Capítulo 1. Todo por una impresora

 

Temo a los Griegos. Aún cuando traigan regalos.

  Virgilio. La Eneida

La nueva impresora estaba atascada, otra vez.

Richard M. Stallman, un miembro de la plana mayor de programadores de software en el Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnología de Massachusetts, descubrió la falla de la manera más dolorosa. Una hora después de enviar un archivo de 50 páginas a la impresora láser, Stallman, de 27 años, interrumpió una sesión productiva de trabajo para recoger sus documentos. Cuando llegó hasta donde estaba la impresora, encontró sólo cuatro páginas en la bandeja de salida de la impresora. Para hacer las cosas aún más frustrantes, las cuatro páginas pertenecían al trabajo de impresión de otra persona, lo cual significaba que el trabajo de impresión de Stallman y la porción sin terminar del trabajo de impresión de alguién más estaban todavía atrapados en alguna parte dentro de la tubería eléctrica de la red de computadores del laboratorio.

El tener que quedarse esperando por las máquinas es uno de los gajes del oficio de los programadores de software, por lo tanto Stallman tomó su frustración con cierta tranquilidad. Además la diferencia entre esperar por una máquina y esperar dentro de una máquina, es apreciable. No era la primera vez en que él era forzado a pararse frente a la impresora a observar las páginas imprimiéndose una tras otra. Siendo una persona que emplea el grueso de sus días y sus noches mejorando la eficiencia de las máquinas y de los programas de software que las controlan, Stallman sintió una urgencia natural de abrir la máquina, mirarle las entrañas, y buscar la raíz del problema.

Desafortunadamente, las destrezas de Stallman como programador de computadoras no se extendían al reino de la ingeniería mecánica. En la medida que documentos recién impresos salían de la máquina, Stallman tuvo una oportunidad de reflexionar en otras formas de solucionar el problema del atascamiento del papel.

Hace cuanto tiempo que los miembros de la plana mayor del Laboratorio de Inteligencia Artificial le habían dado la bienvenida con los brazos abiertos a esta nueva impresora? Stallman se preguntaba. La máquina había sido una donación de la Corporación Xerox. Siendo un prototipo de vanguardia, era una versión modificada de la popular fotocopiadora Xerox. Solo que en lugar de sacar fotocopias, ella dependía de datos enviados por una red de computadoras para convertir estos datos en documentos presentados profesionalmente. Creada por los ingenieros del mundialmente famoso Instituto de Investigación de Palo Alto, era, visto de manera un tanto simple, un adelanto de la revolución en la impresión para los computadores de escritorio que habría de tomarse al resto de la industria de los computadores para los finales de esa década.

Llevados por una urgencia instintiva de jugar con el mejor equipo posible, los programadores del Laboratorio de Inteligencia Artificial prontamente integraron la nueva máquina a la sofisticada infraestructura computacional del laboratorio. El resultado fue inmediatamente placentero. A diferenecia de la antigua impresora láser del laboratorio, la nueva máquina Xerox era rápida. Las páginas volaban a una tasa de una por segundo, convirtiendo a un trabajo de impresión de 20 minutos en uno de tan sólo 2 minutos. La nueva máquina era también precisa. Los círculos eran dibujados como círculos, no como óvalos. Las líneas rectas parecían líneas rectas, no ondas sinusoidales de baja amplitud.

Era, para todos los propósitos, un regalo demasiado bueno para ser rechazado.

Fue, sólo después de algunas semanas de su llegada que empezaron a hacerse evidentes las fallas de la impresora. La principal entre todas era la susceptibilidad inherente a los atascamientos de papel. Programadores con mente dotada para la ingeniería pronto entendieron la causa detrás los fallos. Igual que una fotocopiadora, la máquina generalmente requería de la directa supervisión de un operador humano. Asumiendo que estos operadores humanos estarían a la mano para arreglar los atascamientos de papel, en caso de que ocurrieran, los ingenieros de Xerox dedicaron su tiempo y sus energías a solucionar otros problemas molestos. En términos ingenieriles, la diligencia del usuario estaba incorporada en el sistema

Al modificar el uso de la impresora, los ingenieros de Xerox habían cambiado la relación usuario-máquina en una manera sutil pero profunda. En lugar de volver a la máquina un subsirviente del operador humano individual, ellos volvieron un subsirviente a toda una población de operadores humanos interconectados a la red. En lugar de tener que pararse frente a la impresora, un usuario humano en un extremo de la red envía su comando de impresión a través de una cadena de máquinas, esperando que el contenido deseado llegue al destino previsto y de la manera apropiada. No fue sino hasta cuando él fue a revisar el resultado final cuando se dió cuenta de lo poco del contenido deseado que había logrado llegar hasta el final.

Stallman mismo había sido de los primeros en identificar el problema y en proponer un remedio. Años atras, cuando el laboratorio todavía usaba su antigua impresora, Stallman había resuelto un problema similar por medio del examen y modificación del programa de software que regulaba la impresora en la máquina PDP-11 del laboratorio. Stallman no pudo eliminar los atascos de papel, pero pudo insertar una instrucción de software que ordenaba a la PDP-11 revisar periódicamente la impresora y reportar este estado de la impresora a la PDP-10, la computadora central del laboratorio. Para asegurar que la negligencia de ningún usuario fuera a poner en peligro la línea completa de trabajos de impresión, Stallman también insertó un comando de software que le instruía a la PDP-10 de notificar a cada usuario si algun trabajo de impresión pendiente que la impresora estaba atascada. El aviso era simple, algo así como "La impresora esta atascada, por favor destrabela," y debido a que iba dirigido a las personas con la necesidad más urgente de arreglar tal problema, las posibilidades eran altas de que el problema fuera solucionado prontamente.

Realizando arreglos, Stallman era evasivo pero elegante. No arreglaba el lado mecánico del problema, pero hacia la siguiente mejor cosa cerrando el bucle de información entre el usuario y la máquina. Gracias a unas pocas líneas adicionales de código de software, los empleados del Laboratorio de Inteligencia Artificial lograron eliminar entre 10 y 15 minutos de tiempo perdido cada semana ejecutando un ir y venir revisando el estado de la impresora. En términos de programación, el arreglo de Stallman tomó ventaja de la inteligencia ampliflicada de toda la red de computadores.

"Si ha usted le llegaba tal mensaje, usted no podía asumir que alguien más iría a arreglar el problema," dice Stallman rememorando la lógica. "usted tenía que ir tras la impresora. Un minuto o dos después de que tuviera problemas, las dos o tres personas que recibieron el mensaje llegaban a arreglar la máquina. De esas dos o tres personas, uno de ellos, al menos, usualmente sabría cómo arreglar el problema."

Tales arreglos ingeniosos eran la marca registrada del Laboratorio de Inteligencia Artificial y de su población nativa de programadores. De hecho, los mejores programadores del Laboratorio de IA desdeñaban el término programador, prefiriendo el título más coloquial de "hacker", en su lugar. Este título cubría una serie de actividades -de todo desde el creativo gozo de mejorar el software existente y los sistemas de computadores. Implícito dentro del título, sin embargo, estaba la anticuada noción de la ingenuidad yanqui. Para ser un hacker, uno tenía que aceptar la filosofía que la escritura de programas de software era sólo el comienzo. Mejorar un programa era la verdadera prueba de las destrezas de un hacker. [1]

Tal filosofía era una razón central por la cual las compañías como Xerox tenían la política de donarles sus máquinas y programas de software a sitios donde típicamente se congregaban hackers. Si los hackers mejoraban el software, las compañías podían pedir prestadas estas mejoras, incorporándolas en versiones actualizadas para el mercado comercial. En términos corporativos, los hackers eran un activo comunitario apalancable, una división auxiliar de investigación y desarrollo disponible a un costo mínimo.

Fue, debido a esta filosofía de toma-y-daca que, cuando Stallman se encontró con ese defecto del atascamiento de papel en la impresora láser, él no entró en pánico. El simplemente buscó la forma de volver a implementar el antiguo arreglo o de "hackear" el nuevo sistema. En el proceso de mirar el software de la impresora láser Xerox, sin embargo, Stallman realizó un descubrimiento problemático. La impresora no tenía ningún software, por lo menos nada que Stallman o sus colegas programadores pudieran leer. Hasta entonces, la mayoría de las compañías tenían como una forma de cortesía el hábito de publicar el código fuente en archivos legibles, los archivos texto que documentaba los comandos individuales de software que le decían lo que debía de hacer la máquina. Xerox, en esta instancia, había provisto archivos de software en forma precompilada, o binaria. Los programadores eran libres de abrir y examinar los archivos si así lo deseaban, pero a menos que fueran unos expertos en decifrar una cadena sinfín de unos y zeros, el texto resultante era pura jerigonza.

Aún cuando Stallman sabía bastante de computadores, él no era un experto en traducir archivos binarios. Siendo un hacker, sin embargo, el tenía otros recursos a su disposición. La noción de compartir información era tan central a la cultura de los hackers que Stallman sabía que era sólo cuestión de tiempo antes de que algún hacker en algún laboratorio universitario o en algún salón de computadores de alguna corporación brindaría una versión del código fuente de la impresora láser, obteniendo así los archivos deseados de código fuente.

Después de los primeros atascos de la impresora, Stallman se confortaba a sí mismo con el recuerdo de una situación similar algunos años antes. El laboratorio necesitabaun programa de red para ayudar a que el PDP-11 trabajara mas eficientemente junto con el PDP-10. Los hackers del laboratorio estaban más que listos para realizar la tarea, pero Stallman, un alumno de Harvard, se recordó de un programa similar escrito por programadores del departamento de ciencias de la computación en Harvard. El laboratorio de computadores de Harvard usaba el mismo modelo de computadores, el PDP-10, pero con un diferente sistema operativo. El computador del laboratorio de Harvard también tenía la política de requerir que todos los programas instalados en el PDP-10 tenían que venir con los archivos de código fuente publicados.

Tomando ventaja de su acceso al laboratorio de computadores de Harvard, Stallman entró al sistema, hizo una copia del código fuente del programa de comunicación de redes, y se lo llevó para el Laboratorio de Inteligencia Artificial. El entonces reescribió el código fuente para hacerlo más adecuado para el sistema operativo del Laboratorio de Inteligencia Artificial. Sin problema y con poca alharaca, el Laboratorio de IA se hizo cargo de una brecha mayor en su infrastructura de software. Stallman aún agregó unas cuantas características que no se encontraban en el programa original de Harvard, volviendo el programa aún más útil. "Nos las arreglamos usándolo durante varios años," Stallman dice.

Desde la perspectiva de un programador de la era de los 1970s, la transacción fue el equivalente en software de una persona que pide prestada una herramienta o una tasa de azúcar al vecino. La única diferencia era que al tomar prestada la copia de software para el laboratorio de IA, Stallman no había hecho nada para privar a los hackers de Harvard del uso de su programa original. Si acaso algo habían ganado los hackers de Harvard en el proceso, debido a que Stallman había introducido características adicionales al programa, características estas que los hackers de Harvard eran perfectamente libres de tomar prestadas a su vez. Aún cuando nadie en Harvard llegó a pedir prestado el programa modificado, Stallman recuerda a un programador de una firma privada de ingeniería, Bolt, Beranek & Newman, que pidió prestado el programa y le agregó a su vez nuevas características, las cuales Stallman eventualmente habría de reintegrar al archivo del códigos fuente propio del Laboratorio de IA.

"Un programa se desarrolla de la misma forma que una ciudad se desarrolla," dice Stallman, recordando la infraestructura de software del Laboratorio de IA. "Partes son reemplazadas o reconstruidas. Nuevas cosas serán agregadas. Pero usted siempre podrá mirar hacia cierta parte y decir, `Hmm, por el estilo, veo que esta parte fue escrita a comienzos de los 60s y esta otra parte fue escrita a mediado de los 1970s.'"

A través de este simple sistema de crecimiento intelectual, los hackers en el Laboratorio de IA y de otros sitios construyeron creaciones robustas. En la costa occidental, lo científicos de la computación en la UC de Berkeley, que trabajaban en cooperación con unos pocos ingenieros de bajo nivel en la AT&T, habían construido todo un sistema operativo usando este sistema. Apodado Unix, un juego de palabras hecho a partir de otro sistema operativo más antiguo y más respetable académicamente, llamado Multics, el sistema operativo estaba disponible para cualquier programador dispuesto a pagar el costo de copiar el programa en una nueva cinta magnética y el costo del envío. No todo programador que participaba de esta cultura se describía a si mismo como un hacker, pero muchos de ellos compartían los sentimientos de Richard M. Stallman. Si un programa o una mejora al software era lo suficientemente bueno como para resolver sus problemas, entonces era lo suficientemente bueno como para resolver los problemas de alguien más. Por qué no compartirlo, siguiendo un simple deseo de tener un buen karma?

El hecho que Xerox se hubiera negado a compartir sus archivos de código fuente, al comienzo pareció como una molestia menor. Al empeñarse en buscar una copia de los archivos de código fuente, Stallman dice que él no se preocupó por siquiera contactar a Xerox. "Ellos ya nos habían dado la impresora láser," Stallman dice. "Por qué habría yo de molestarlos con algo más?"

Después de que hubo pasado un tiempo y los deseados archivos no hubieran aparecido, a Stallman le comenzaron a entrar sospechas. El año anterior, Stallman había experimentado un estallido en cólera con un estudiante de doctorado en laUniversidad de Carnegie Mellon. El estudiante, Reid, era el autor de un programa útil de formateo de texto apodado Scribe. Uno de los primeros programas que le dió al usuario el poder de definir fuentes y estilos de tipo cuando se enviaba un documento a través de una red de computadores. El programa era un precursor temprano de HTML, la lingua franca de la World Wide Web. En 1979, Reid tomó la decisión de vender Scribe a una compañía del área de Pittsburgh llamada Unilogic. Finalizando su carrera como estudiante graduado, Reid dice que él simplemente estaba buscando una forma para entregar el programa a un conjunto de desarrolladores que se fueran a encargar de él y así evitar que el programa se deslizara al dominio público. Para endulzar el trato, Reed también acordó insertar un conjunto de funciones dependientes del tiempo - "bombas de tiempo" en la jerga de programadores- este era un dispositivo que desactivaba las versiones copiadas libremente después de un período de expiración de 90 días. Para evitar la desactivación, los usuarios habían de pagar a la compañía de software, la cual generaba un código que anulaba la bomba de tiempo.

Para Reid, el trato era de ganador-ganador. Scribe no caía en el dominio público y Unilogic se resarcía de su inversión. Para Stallman, era una traición a la ética del programador, pura y simple. En lugar de honrar la noción de compartir, Reid había insertado una forma en que las compañías obligaban a los programadores a pagar por el acceso a la información.

Las semanas pasaron y sus intentos para rastrear el código fuente de la impresora láser encontraron un muro de ladrillos, entonces Stallman comenzó a sentir que se llevaba a cabo un escenario similar de dinero-a-cambio-de-código. Antes de que Stallman pudiera hacer o decir nada al respecto,sin embargo, buenas noticias finalmente gotearon a través del viñedo del programador . Le llegó la voz que un científico del departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Carnegie Mellon acababa de renunciar a su empleo en el Centro de Investigación de Palo Alto de Xerox. No sólo había este científico trabajado en la impresora láser en cuestión, pero según el rumor, él todavía estaba trabajando en ella como parte de sus tareas de investigación en el Carnegie Mellon.

Poniendo a un lado su sospecha inicial, Stallman se hizo el firme propósito de buscar a la persona en cuestión durante su próxima visita al campus de Carnegie Mellon.

No tuvo que esperar mucho tiempo. El Carnegie Mellon también tenía un laboratorio especializado en investigación de la inteligencia artificial, y en pocos meses, Stallman tuvo una razón relacionada con su trabajo para visitar al campus de Carnegie Mellon. Durante aquella visita, se aseguró de hacer una parada en el departamento de ciencias de la computación. Los empleados del departamento lo encaminaron a la oficina del miembro de la facultad que lideraba el proyecto Xerox. Cuando Stallman llegó a la oficina, encontró al profesor trabajando ahí mismo.

En un estilo clásico de ingeniero a ingeniero , la conversación fue cordial pero directa. Después de presentarse brevemente como un visitante del MIT, Stallman le solicitó una copia del código fuente para la impresora láser para poder portarla al PDP-11. Para su sorpresa, el profesor se negó a cumplir con su solicitud.

"El me dijo que él había prometido el no entregarme ninguna copia," Stallman dice.

La memoria es una cosa graciosa. Veinte años después del suceso, la cinta mental de Stallman acerca de esta historia presenta notoriamente espacios en blanco. No sólo él no recuerda la razón que motivó su viaje ni siquiera la época del año durante la cual realizó tal viaje, el tampoco tiene ningún recuerdo acerca del profesor o estudiante de doctorado que le sirvió de interlocutor. Según Reid, la persona más probable que le negó el código a Stallman es Robert Sproull, un antiguo investigador del Centro de Investigaciones de Palo Alto de Xerox y actual director de Laboratorios Sun, una división de investigación del conglomerado de tecnología de los computadores de Sun Microsystems. Durante los años de 1970s, Sproull había sido el desarrollador primario del software de la impresora láser en cuestión mientras estaba en el Centro de Investigaciones de Palo Alto de Xerox. Alrededor de 1980, Sproull tomó una posición de investigación en la facultad en el Carnegie Mellon donde el continuó su trabajo en la impresora láser entre otros proyectos.

El código que Stallman estaba solicitando era un código de última tecnología que Sproull había escrito más o menos el año anterior al de su llegada a Carnegie Mellon," recuerda Reid. "sospecho que Sproull llevaba menos de un mes en Carnegie Mellon cuando la solicitud de Stallman llegó."

Cuando se le pregunta directamente acerca de esta solicitud, sin embargo, Sproull no afirma ni niega nada. "No puedo hacer un comentario basado en hechos reales," escribe Sproull a través del correo electrónico. "No tengo absolutamente ninguna memoria acerca del incidente."

Con ambos participantes de la corta conversación luchando por recordar detalles claves -incluyendo la de si la conversación siquiera tuvo lugar- es difícil calibrar la rudeza de la negativa de Sproull, al menos como la recuerda Stallman. Cuando se ha dirigido a audiencias, Stallman ha hecho repetidas referencias al incidente, notando que la indisposición de Sproull a entregar el código fuente provino de un acuerdo de no revelar (nondisclosure agreement), un acuerdo contractual entre Sproull y la Corporación Xerox dándole a Sproull, o cualquier otro signatario, acceso al código fuente del software a cambio de una promesa de mantenerlo en secreto. Actualmente este es un ítem estándar en el negocio de la industria de software, pero el acuerdo de no revelar, o NDA por sus siglas en inglés, era un desarrollo nuevo en esa época, un reflejo de tanto el valor comercial de la impresora láser de Xerox y de la información requerida para manejarla. "Xerox estaba en esa época tratando de hacer de la impresora láser un producto comercial," recuerda Reid. "Habría sido una locura el entregar el código fuente".

Para Stallman, el darse cuenta que Xerox había forzado a su colega programador de participar en este recién inventado sistema de secreto obligatorio le tomó algún tiempo para digerirlo. Al comienzo, todo en lo que pudo enfocarse fue en la naturaleza personal de la negativa. Siendo una persona que se sentía extraño y fuera de sincronía en la mayoría de encuentros cara a cara, el intento de Stallman de presentarse sin anunciarse ante un colega programador era un intento por demostrar buena vecindad. Ahora que la petición había sido denegada, se sentía como si le hubiera cometido una equivocación mayor. "Yo estaba tan furioso, que no encontraba la manera de expresarlo. Así que lo que hice fue retirarme del lugar sin decir ninguna otra palabra," Stallman recuerda. "Yo pude haber tirado la puerta. Quién sabe? Todo lo que recuerdo es que quería irme de ahí inmediatamente."

Veinte años después del hecho, la rabia todavía subsiste, tanto como para que Stallman haya elevado el evento equiparándolo a un punto de quiebre primordial. Dentro de los siguientes meses, una serie de eventos habrían de sobrevenir tanto para Stallman como para la comunidad de hackers del laboratorio de IA que habrían de hacer parecer a los 30 segundos llenos de tensión en una remota oficina de Carnegie Mellon como triviales en comparación. No obstante, cuando llega el momento de ordenar los eventos que habrían de transformar a Stallman, de ser un hacker solitario, instinctivamente sospechoso de la autoridad centralizada, en un activista cruzado que aplica las nociones de libertad, igualdad, y fraternidad al mundo del desarrollo del software, Stallman singulariza de manera especial el encuentro de Carnegie Mellon.

"Me alentó el pensar acerca de algo en lo cual yo había estado pensando," dice Stallman. "Yo ya tenía la idea que el software debía de ser compatido, pero no estaba seguro acerca de como pensar en eso. Mis pensamientos no estaban tan claros ni organizados hasta el punto en que pudiera expresarlos en una manera concisa al resto del mundo."

Aún cuando otros eventos previos habían depertado la ira de Stallman, él dice que no fue sino hasta cuando sucedió el encuentro de Carnegie Mellon que él tomó conciencia que los eventos estaban comenzando a entrometerse en una cultura que él consideraba desde hace mucho tiempo como sacrosanta. Siendo un programador de élite en una de las instituciones élite del mundo, Stallman había perfectamente ignorado los compromisos y transacciones que habían hecho sus colegas programadores, esto en la medida que estas no habían interferido con su propio trabajo. Hasta la llegada de la impresora láser de Xerox, Stallman había estado satisfecho mirando hacia abajo a las máquinas y programas que otros usuarios sombríamente toleraban. En la rara ocasión en que tal programa creó una brecha en las paredes del laboratorio de IA-cuando el laboratorio reemplazó su venerable sistema operativo Incompatible de Tiempo Compartido (Incompatible Time Sharing - ITS) con una variante comercial, la TOPS 20, por ejemplo- Stallman y sus colegas hackers habían gozado de la libertad de reescribir, reconstruir y renombrar el software según el gusto personal.

Ahora que la impresora láser se había insinuado en la red del Laboratorio de IA, sin embargo, algo había cambiado. La máquina funcionaba bien, salvo ocasionales atascos de papel, pero la habilidad para modificar según el gusto personal había desaparecido. Desde el viejo punto de vista de toda la industria de software, el caso de la impresora era como un llamado para despertarse. El software se había convertido en una posesión tan valiosa que las compañías dejaron de sentir la necesidad de publicar el código fuente, especialmente cuando la publicación significaba entregar a potenciales competidores la oportunidad de duplicar algo de manera económica. Desde el punto de vista de Stallman, la impresora era una caballo de Troya. Después de una década de fracaso, el software apropiado privadamente -los futuros hackers usarían el término software " propietario" -había ganado una posición firme dentro del Laboratorio de IA a través uno de los métodos más solapados. Había llegado disfrazado de regalo.

El hecho que Xerox hubiera ofrecido a algunos programadores acceso a regalos adicionales a cambio del secreto, también era irritante, pero a Stallman le costó trabajo notar que, si le hubiera sido presentada tal transacción quid pro quo a una edad más joven, el probablemente hubiera aceptado la oferta de la Corporación Xerox. La torpeza del encuentro de Carnegie Mellon, sin embargo, tuvo un efecto afirmador sobre la propia lasitud moral de Stallman. No sólo éste le dió la necesaria rabia para ver todas las futuras súplicas con sospecha, también lo forzó a plantearse la incómoda pregunta: qué pasaría si un colega hacker pasa un día por la oficina de Stallman y es el deber de Stallman el de rehusarse a responderle a la solicitud del hacker de entregar un código fuente?

"Fue mi primer encuentro con un acuerdo de no revelar (NDA) , e inmediatamente me enseño que los acuerdos de no revelar tenían víctimas," dice Stallman, firmemente. "En este caso yo fui una víctima. Mi laboratorio y yo fuimos víctimas."

Fue una lección que Stallman habría de cargar con él a través de los tumultuosos años de 1980s, una década durante la cual muchos de sus colegas de MIT habrían de partir del Laboratorio de AI y habrían de firmar muchos acuerdos de no revelar (NDA) por su propia cuenta. Debido a que muchos de los acuerdos de no revelar (NDAs) tienen fechas de expiración, pocos hackers de los que los firmaron ven poca necesidad de introspección personal. Tarde o temprano, ellos razonaron, el software habría de volverse de público conocimiento. Mientras tanto, el prometer de mantener el software en secreto durante sus primeras etapas de desarrollo era parte de un acuerdo de compromiso que permitía a los hackers el trabajar en los mejores proyectos. Para Stallman, sin embargo, era su primer paso hacia una pendiente resbaladiza.

"Cuando alguién me invita a que traicione a todos mis colegas de esa manera, me recuerdo de lo furioso que me puse cuando alguién más me había hecho eso a mi y a mi propio laboratorio," Stallman dice. "Entonces yo dije, `Muchas gracias por ofrecerme este lindo paquete de software pero no puedo aceptarlo en las condiciones que usted me lo ofrece, por lo tanto voy a renunciar a él.'"

Como Stallman habría de aprender rápidamente, el rehusar tales peticiones involucraban algo más que un sacrificio personal. Involucraba el segregarse a si mismo de sus colegas hackers los cuales, aunque compartían un desagrado similar por el secreto, tendían a expresar este disgusto de una manera moralmente más flexible. No fue mucho antes que Stallman, cuando se convertía cada vez más en un paria aún dentro del laboratorio de Inteligencia Artificial, que comenzó a autocalificarse como "el último hacker verdadero", aislándose más y más del mercado dominado por el software propietario. Rehusándole a alguién más el código fuente, Stallman decidió, era no sólo una traición a la misión científica que había nutrido el desarrollo del software desde el final de la Segunda Guerra Mundial, era también una violación de la Regla Dorada, la moraleja que dictaba el no hacer a los demás lo que no querías que los otros te hicieran.

Por lo tanto, la importancia de la impresora láser y el encuentro que surgió de ahí. Sin el, Stallman dice, su vida habría podido seguir un camino más ordinario, uno que balanceara las riquezas de un programador comercial con la frustración final de pasarse la vida escribiendo código de software invisible. No habría habido un sentido de claridad, ninguna urgencia de hacerse cargo de un problema que otros no estuvieran ya haciéndolo. De manera más importante aún, no habría una ira originada en razones virtuosas, una emoción que, como pronto veremos, ha empujado la carrera de Stallman de forma tan segura como cualquier ideología política o creencia ética.

"Desde día en adelante, decidí que esto era algo en lo cual yo nunca participaría," dice Stallman, haciendo alusión a la práctica de intercambiar la libertad personal a cambio de la conveniencia personal -la descripción de Stallman del acuerdo de no revelar -NDA -así como toda la cultura que alentaba ese trato de rasgos tan sospechosos desde un punto de vista ético, en primer lugar. "Decidí nunca convertir a otras personas en víctimas así como yo había sido una víctima."

Notas

[1]

Para más sobre el término "hacker," Apéndice B.