Capítulo 3. Un retrato del hacker adolescente

La madre de Richard Stallman, Alicia Lippman, todavía recuerda el momento en que notó que su hijo tenia un don especial.

"Creo que fue cuando él tenía ocho años," Lippman recuerda.

El año era 1961, y Lippman, una madre soltera recientemente divorciada, estaba pasando el tiempo una tarde de un fin de semana, dentro del pequeño apartamento familiar del Upper West Side de Manhattan. Hojeando una copia del Scientific American, Lippman llegó a su sección favorita, la columna escrita por Martin Gardner intitulada "Juegos Matemáticos." Lippman, una profesora sustituta de arte, siempre disfrutó la columna de Gardner debido a los retos mentales que ella proveía. Con su hijo ya concentrado en un libro en el sofa contiguo, Lippman decidió tratar de resolver el rompecabezas de la semana.

"Yo no era la mejor en lo que se refería a la resolución de problemas," ella admite. "Pero como artista, encontré que ellos me ayudaban a traspasar barreras conceptuales."

Lippman dice que su intento de resolver el problema encontró inmediatamente una barrera insoslayable. Cercana a arrojar la revista con disgusto, Lippman se vio sorprendida por un suave tirón a la manga de su camisa.

"Era Richard," ella recuerda, "El quería saber si yo necesitaba ayuda."

Oscilando entre el rompecabezas y su hijo, Lippman cuenta que inicialmente ella observó con escepticismo el ofrecimiento de su hijo. "Le pregunté a Richard si él había leído la revista," ella relata. "Me dijo que si, y aún más él ya había resuelto el rompecabezas. A continuación él comenzó a explicarme como resolverlo."

Escuchando la lógica de la forma en que su hijo atacó el problema, el escepticismo de Lippman, rápidamente desembocó en incredulidad. "Quiero decir, siempre supe que era un niño brillante," ella cuenta, "pero esta era la primera vez en que notaba algo que le sugiría; lo avanzado que en realidad estaba."

Treinta años después del hecho, Lippman precisa su memoria con una risa. "Para decir verdad, no creo que nunca habría yo de resolver el rompecabezas," ella relata. "Todo lo que recuerdo es haberme sorprendido de que el supiera la respuesta."

Sentada en el comedor de su segundo apartamento de Manhattan- el mismo complejo espacioso de tres habitaciones que ella y su hijo ocuparían después del matrimonio de ella en 1967 con Maurice Lippman, ya fallecido- Alice Lippman exuda una mezcla de orgullo de madre judía y de perplejidad cuando rememora los primeros años de vida de su hijo. El comedor aparador contiguo ofrece una foto de ocho por diez de Stallman ofreciendo una mirada con el ceño fruncido, con barba completa y traje de doctorado. La imagen hace parecer pequeñas las fotos acompañantes de los sobrinos y nietos de Lippman, pero antes de que el visitante pueda sacar conclusiones de esto, Lippman se asegura de balancear su lugar prominente con un comentario irónico.>

"Richard insistió en que la tuviera después de su doctorado honorario de la Universidad de Glasgow," cuenta Lippman. "El me dijo, `Adivina que, mamá? Es la primera ceremonia de graduación a la que he asistido.'"[1]

Tales comentarios reflejan el sentido de humor que se desarrolla cuando se educa a un niño prodigio. No se equivoquen, por cada historia que Lippman escucha o lee acerca de la testarudez y del comportamiento inusual de su hijo, ella puede replicar con al menos una docena de historias similares.

"El solía ser tan conservador," ella cuenta, lanzando sus brazos con una mueca de exasperación. "Solíamos tener las peores discusiones justo aquí en este comedor. Yo hice parte del primer grupo de maestros de escuelas públicas locales que lucharon para formar un sindicato, y Richard estaba muy furioso conmigo. El veía a los sindicatos como corruptos. El, también, se oponía a la seguridad social. El pensaba que la gente podía hacer mucho más dinero invirtiendo en sí mismos. Quien iría a imaginar, que en menos de diez años se habría de volver tan idealista? Todo lo que recuerdo es a su hermana menor venir a mi diciendo, `Qué es lo que el será cuando grande? Un fascista?'"

Como madre soltera por cerca de una década -ella y el padre de Richard, Daniel Stallman, que se casaron en 1948, se divorciaron en 1958, y después compartieron la custodia de su hijo- Lippman puede atestiguar acerca de la aversión de su hijo por la autoridad. Ella también puede atestiguar acerca del deseo de conocimiento de su hijo. Fue cuando estas dos fuerzas se conjugaron, Lippman dice, que ella y su hijo experimentaron sus más grandes batallas.

"Fue como si el nunca hubiera querido comer," cuenta Lippman, recordando el patrón de comportamiento que estableció alrededor de los ocho años de edad y que nunca abandonó sino hasta la graduación de bachillerato de 1970 de su hijo. "Lo llamé a comer, y el nunca me oyó. Hube de llamarlo 9 o 10 veces tan sólo para obtener su atención. El estaba totalmente inmerso."

Stallman, por su parte, recuerda cosas de una manera similar, aunque con un giro político.

"Me encantaba leer," el dice. "Cuando quería leer, y mi madre me llamaba a la cocina a comer e ir a dormir, no iba a escucharla. No veía ninguna razón por la cual no habría de seguir leyendo. Ninguna razón para que ella me dijera lo que tenía que hacer, punto. Esencialmente, las ideas sobre las cuales habia leído, tales como democracia y libertad individual, las aplicaba a mí mismo. No veía ninguna razón por la cual los niños habrían de ser excluidos de estos principios."

La creencia en la libertad individual por encima de la autoridad arbitraria se extendió al colegio, también. Con dos años por delante de sus compañeros de clase para cuando tenía 11 años de edad, Stallman sufrió todas las frustraciones usuales en los niños prodigio en las escuelas publicas. No fue mucho después del incidente con el rompecabezas que su madre asistió a la primera de la que habría de ser una larga cadena de charlas entre padres y maestros.

"El se negaba absolutamente a escribir textos," cuenta Lippman, recordando una de sus primeras controversias. "Pienso que el último texto que él escribió antes de su último año de bachillerato fue un ensayo acerca de la historia del sistema numérico occidental en para un profesor de cuarto de primaria."

Con un don para todo aquello que requiriese pensamiento analítico, Stallman se inclinó por las matemáticas y las ciencias a expensas del resto de materias. Lo que algunos profesores vieron como una mente resuelta, sin embargo, Lippman vió como impaciencia. Las matemáticas y la ciencia simplemente ofrecían demasiadas oportunidades para aprender, especialmente en comparación con temas y búsquedas para las cuales su hijo parecía menos naturalmente inclinado. Alrededor de los 10 u 11, cuando los niños en el curso de Stallman comenzaron a jugar regularmente de fútbol, ella recuerda cuando su hijo regresó a casa envuelto en ira. "El quería tanto jugar, pero simplemente no tenia las destrezas de coordinación requeridas," Lippman recuerda. "Eso lo puso muy furioso."

La rabia eventualmente llevó a su hijo a enfocarse aún más en matemáticas y ciencias. Aun en el reino de la ciencia, sin embargo, la impaciencia de su hijo podría llegar a ser problemática. Estudiando detenidamente los libros de texto de cálculo para cuando contaba siete años de edad, Stallman veia poca necesidad en callar su su discurso ante los adultos. En algún momento, durante sus años de colegio, Lippman contrató un estudiante de la vecina, Universidad de Columbia para que hiciera de hermano mayor de su hijo. El estudiante abandonó el apartamento después de su primera sesión y nunca regresó.

Otra anécdota favorita de la madre data de comienzos de los años 1960, poco después del incidente con el rompecabezas. Cuando tenía alrededor de siete años, dos años depués del divorcio y la relocalización de Queens, Richard tomó el pasatiempo de los modelos de lanzamiento de cohetes en el vecino Parque de Riverside Drive. Lo que comenzó como una diversión inofesiva pronto tomó un cariz de suma seriedad en la medida que su hijo comenzó a registrar datos de cada lanzamiento. Igual que el interés en juegos matemáticos, la actividad atrajo poca atanción hasta que un día, justo antes de un gran lanzamiento de cohetes de la NASA, Lippman inquirió a Richard para ver si estaba interesado en observar.

"El estaba echando humo," Lippman cuenta. "Todo lo que pudo decirme fue, `Pero si no estoy listo para publicar todavía.' Aparentemente el tenía algo que verdaderamente quería mostrarle a la NASA."

Tales anécdotas ofrecen una evidencia temprana de la intensidad que se convertiría en la marca distintiva de Stallman a lo largo de su vida. Cuando otros niños se sentaban a la mesa, Stallman permanecía en su cuarto a leer. Cuando otros niños jugaban a ser Johnny Unitas, Stallman jugaba a ser Werner von Braun. "Yo era extraño," Stallman dice, recordando sus años tempranos sucintamente en una entrevista de 1999. "Después de cierta edad, los únicos amigos que yo tenía eran profesores." [2]

Auncuando esto significara más comparecencias por disciplina en el colegio, Lippman decidió ser indulgente con la pasión de su hijo. Cuando tenía 12 años de edad, Richard atendía a los campamentos de ciencia durante el verano y al colegio privado durante el año escolar. Cuando un profesor le recomendó a ella que lo enrolara en el Programa de Honores de Ciencia de Columbia, un programa post-Sputnik diseñado para estudiantes talentosos de los cursos medios y altos de colegio en New York City, Stallman aceptó aumentar sus actividades extracurriculares y pronto se encontró viajando a la parte alta de la ciudad para llegar al campus de la Universidad de Columbia todos los sábados.

Dan Chess, un compañero de clase en el Programa de Honores de Ciencias de Columbia, recuerda a Richard Stallman pareciéndole un tanto extraño aún entre estudiantes que compartían un deseo similar por matemáticas y ciencias. "Todos eramos geeks y nerds, pero él estaba inusualmente desadaptado," recuerda Chess, ahora un profesor de matemáticas en el Hunter College. "El también era listo como el demonio. He conocido mucha gente lista, pero creo que él era la persona más lista que jamás he conocido."

Seth Breidbart, un compañero y alumno del Programa de Honores de Ciencias de Columbia, ofrece un testomonio reforzador. Un programador de computadores que se ha mantenido en contacto con Richard Stallman gracias a una pasión compartida por la ciencia ficción y las convenciones de ciencia ficción, le recuerda a un Stallman de 15 años buzz-cut-wearing tan "intimidante", especialmente para un compañero de 15 años de edad.

"Es difícil de describir," Breidbart dice. "No era como si el fuera inabordable. El era simplemente demasiado intenso. [El era] muy conocedor pero también muy testarudo de ciertas formas."

Tales descripciones invitan a la especulación: los adjetivos cargados de juicio tales como "intenso" y "testarudo" son simplemente una forma de describir rasgos que hoy en día podrían ser categorizados como un desorden juvenil de comportamiento? Un diciembre del 2001, un artículo de la revista [ Wired ]intitulado "El Síndrome Geek" dibuja el retrato de varios niños científicamente dotados diagnosticados con autismo high-functioning o Síndrome de Asperger. De varias formas, los recuerdos paternos registrados en el artículo de [Wired] article are eerily are eerily similar to the ones offered by Lippman. Even Stallman has indulged in psychiatric revisionism from time to time. During a 2000 profile for the [Toronto Star], Stallman described himself to an interviewer as "borderline autistic,"[3] a description that goes a long way toward explaining a lifelong tendency toward social and emotional isolation and the equally lifelong effort to overcome it.

Such speculation benefits from the fast and loose nature of most so-called "behavioral disorders" nowadays, of course. As Steve Silberman, author of "The Geek Syndrome," notes, American psychiatrists have only recently come to accept Asperger Syndrome as a valid umbrella term covering a wide set of behavioral traits. The traits range from poor motor skills and poor socialization to high intelligence and an almost obsessive affinity for numbers, computers, and ordered systems.[4] Reflecting on the broad nature of this umbrella, Stallman says its possible that, if born 40 years later, he might have merited just such a diagnosis. Then again, so would many of his computer-world colleagues.

"It's possible I could have had something like that," he says. "On the other hand, one of the aspects of that syndrome is difficulty following rhythms. I can dance. In fact, I love following the most complicated rhythms. It's not clear cut enough to know."

Chess, for one, rejects such attempts at back-diagnosis. "I never thought of him [as] having that sort of thing," he says. "He was just very unsocialized, but then, we all were."

Such descriptions give rise to speculation: are judgment-laden adjectives like "intense" and "hardheaded" simply a way to describe traits that today might be categorized under juvenile behavioral disorder? A December, 2001, [Wired] magazine article titled "The Geek Syndrome" paints the portrait of several scientifically gifted children diagnosed with high-functioning autism or Asperger Syndrome. In many ways, the parental recollections recorded in the [Wired] article Lippman, on the other hand, entertains the possibility. She recalls a few stories from her son's infancy, however, that provide fodder for speculation. A prominent symptom of autism is an oversensitivity to noises and colors, and Lippman recalls two anecdotes that stand out in this regard. "When Richard was an infant, we'd take him to the beach," she says. "He would start screaming two or three blocks before we reached the surf. It wasn't until the third time that we figured out what was going on: the sound of the surf was hurting his ears." She also recalls a similar screaming reaction in relation to color: "My mother had bright red hair, and every time she'd stoop down to pick him up, he'd let out a wail."

In recent years, Lippman says she has taken to reading books about autism and believes that such episodes were more than coincidental. "I do feel that Richard had some of the qualities of an autistic child," she says. "I regret that so little was known about autism back then."

Over time, however, Lippman says her son learned to adjust. By age seven, she says, her son had become fond of standing at the front window of subway trains, mapping out and memorizing the labyrinthian system of railroad tracks underneath the city. It was a hobby that relied on an ability to accommodate the loud noises that accompanied each train ride. "Only the initial noise seemed to bother him," says Lippman. "It was as if he got shocked by the sound but his nerves learned how to make the adjustment."

Para la mayoría de las veces, Lippman recuerda a su hijo exhibiendo la exitación, energía y destrezas sociales de cualquier niño normal. No fue sino después de una serie de eventos traumáticos que destruyeron el hogar de Stallman, ella dice, que su hijo se volvió introvertido y emocionalmente distante.

El primer evento traumático fue el divorcio de Alice y Daniel Stallman, el padre de Richard. Aun cuando Lippman dice que tanto ella como su ex-esposo trataron de preparar a su hijo para el golpe, ella dice que el golpe fue devastador sin embargo. "El hizo como si no hubiera prestado atencióna cuando nosotros le contamos lo que estaba sucediendo," Lippman recuerda. "Pero la realidad le golpeó en la cara cuando él y yo nos trasteamos a un nuevo apartamento. La primera cosa que él dijo fue, `Dónde están los muebles de papa?'"

Durante la siguiente década, Stallman habría de emplear sus días de entre semana en el aprtamento de su madre en Manhattan y sus fines de semana en el hogar de su padre en Queens. El ir y venir le dió la oportunidad de estudiar el par de estilos contrastantes de ser padres que, hasta este día, deja a Stallman firmemente opuesto a la idea de criar un niño el mismo. Hablando de su padre, un veterano de la segunda guerra mundial que falleció a inicios del 2001, Stallman balancea respeto con rabia. Por un lado, hay un hombre cuyo compromiso moral lo llevó a aprender francés con el fin de poder ser mas útil para los aliados cuando ellos finalmente vinieron. Por el otro lado, ahí estaba un padre que siempre supo como ingeniarse una humillación para lograr un efecto cruel. [5]

"Mi padre tenía un temperamento horrible," Stallman dice. "El nunca gritó, pero él siempre encontró alguna forma de criticarlo a uno de una manera fría, y diseñado para abatirlo a uno."

En lo que respecta a la vida en el apartamento de su madre, Stallman es menos equívoco. "Eso era guerra," el dice. "Yo solía decir en mi miseria, `Quiero irme a casa,' significando aqule lugar inexistente que yo nunca tendré."

Durante los primeros años después del divorcio, Stallman encontró la tranquilidad que lo eludió en la casa de sus abuelos paternos. Entonces, cuando estaba alrededor de lo 10 años de edad, sus abuelos murieron en una corta sucesión. Para Stallman, la pérdida fue devastadora. "Yo solía ir y visitarlos y me sentía en un ambiente gentil y amoroso," Stallman recuerda. "Este era el único lugar que yo habría de encontrar, hasta cuando entre al college."

Lippman lista la muerte de los abuelos paternos de Richard como el segundo evento traumático. "Esto realmente lo indispuso," ella dice. El era muy cercano a ambos abuelos. Antes de que ellos murieran, él era bastante extrovertido, casi del tipo de líder de la manada cuando estaba con los otros chicos. Después de que ellos murieran, el se volvió mucho más retraido emocionalmente."

Desde la perspectiva de Stallman, el retraimiento emocional era meramente un intento por hacerse cargo con la gonía de la adolescencia. Etiquetando a sus años adolescentes como "horror puro," Stallman dice que él usualmente se sintió como una persona sorda en medio de una multitud de rechinantes escuchadores de música.

"Usualmente tuve el sentimiento que yo nunca pude comprender aquello de cual hablaban las demás personas," dice Stallman, rememorando la burbuja emocional que lo aisló del resto del mudo adulto y adolescente. "Podía entender las palabras, pero algo subyacía en las conversaciones que yo no podía entender. Yo no podía comprender porque la gente estaba interesada en las cosas que otras personas decían."

Para toda la agonía que esto produjo, la adolescencia habría de tener un efecto alentador en el sentido de individualidad de Stallman. En un momento en que gran parte de sus compañeros de clase estaban dejándose crecer el cabello, Stallman preferió tenerlo corto. En un tiempo en que todo el mundo adolescente estaba escuchando el rock and roll , Stallman prefirió la música clásica. Siendo un fanático devoto de la ciencia ficción,de la revista [Mad] , y de la televisión nocturna, Stallman cultivó una personalidad distintivamente arrolladora que llevó a un límite la incomprensión de sus padres y de sus camaradas por igual.

"Oh, los juegos de palabras," dice Lippman, todavía exasperada por el recuerdo de la personalidad adolescente de su hijo. "No había ninguna cosa que usted pudiera decir en la mesa del comedor que él no te fuera a responder con un juego de palabras."

Fuera del hogar, Stallman guardaba estos chistes para contarselos exclusivamente a los adultos, los cuales tendían a ser indulgentes con su naturaleza virtuosa. Uno de los primeros fue el consejero del campamento de verano que le entregó a Stallman una impresión del manual del computador IBM 7094 cuando él tenía 12 años de edad. Para un preadolescente fascinado con los números y las ciencias, el regalo era como enviado de Dios.[6] Para finales del verano, Stallman estaba escribiendo programas según las especificaciones internas del 7094 internal specifications, anxiosamente anticipando la obtención de una oportunidad de ensayarlos en una máquina real.

Con el primer computador personal todavía a una decada de distancia, Stallman estaría forzado a esperar algunos años antes de obtener acceso a su primer computador. Su primera oportunidad finalmente llegó durante su penúltimo año de bachillerato. Contratado en el Centro Científico IBM de Nueva York, un instituto de investigación, ahora difunto, en el centro comercial de Manhanttan, Stallman empleó el verano después de la graduación de bachiller escribiendo su primer programa, un pre-procesador para el 7094 escrito en el lenguaje de programación PL/I. "Yo primero lo escribí en PL/I, entonces comencé de nuevo en lenguaje assembler cuando el programa en PL/Iestaba demasiado grande para que cupiera en el computador," é recuerda.

Después de ese trabajo en el Centro Científico de IBM, Stallman obtuvo la posición de asistente del laboratorio en el departamento de biología en la Universidad Rockefeller. Aun cuando el ya se estaba encaminando hacia una carrera en matemáticas o física, la mente analítica de Stallman impresionó al director del laboratorio lo suficiente para que años después de que Stallman hubiera partido del colegio, Lippman recibió una inesperada llamada telefónica. "era el profesor del Rockefeller," Lippman dice. "El quería saber cómo le estaba yendo a Richard. El se sorprendió de saber que él estuviera trabajando con computadores. El siempre pensó que Richard tendría un gran futuro adelante como biólogo."

Las destrezas analíticas de Stallman, también impresionaron a los miembros de la facultad en Columbia, aún en el momento en que Stallman mismo se convirtió en blanco de la ira de ellos. "Típicamente una o dos veces por hora [Stallman] habría de descubrir algún error en la conferencia," dice Breidbart. "Y él no era nada tímido al momento de hacerles saber su error a los profesores de manera inmediata. Esto le significó mucho respeto pero no mucha popularidad."

Oyendo la anécdota relatada por Breidbart, este evoca una mirada burlona de Stallman. "Yo era un poco un patán a ratos," el admite. "Pero encontré unos espíritus afines entre los profesores, porque a ellos, también, les gustaba aprender. A los muchachos, para la mayor parte de las veces no les gustaba. Al menos no de la misma forma."

No obstante, pasando el tiempo con los muchachos avanzados durante los sábados, alentó a Stallman a pensar más acerca de los méritos de una socialización mejorada. Con el tiempo de la universidad acercandose, Stallman, como muchos otros de los que estaban en el Programa de Honores en Ciencias en Columbia, había estrechado la lista de sus universidades deseadas a dos escogencias: Harvard y MIT. Sabiendo del deseo de su hijo de trasladarse a la Liga Ivy, Lippman empezó a preocuparse. Siendo él un estudiante de bachillerato de 15 años de edad, Stallman todavía tenía encuentros con los profesores y administradores. Tan sólo un año antes, el había sacado uniformemente Aes en Historia de Estados Unidos, Química, Francés y Algebra, pero una notoria F en Inglés reflejaba el boicott que llevaba a cabo contra las tareas escritas. Tales pifias podría retratar una conocida broma en el MIT, pero en Harvard, ellas eran una bandera roja.

Durante el penúltimo año de su hijo, Lippman dice que ella programó una cita con un terapeuta. El terapeuta expresó instantáneamente una preocupación acerca de la negativa de Stallman a escribir textos y acerca de las reyertas con los profesores. Su hijo ciertamente tenía los requisitos intelectuales para tener éxito en Harvard, pero tendría él la paciencia para sentarse a través de las clases del colegio que requería un term paper? El terapeuta sugirió un ensayo. Si Stallman lograba permanecer todo un año en las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York, incluyendo una clase de inglés que requiriese la escritura de textos, él probablemente podría sobrevivir a Harvard. Siguiendo la finalización de su penúltimo año, Stallman prontamente se enroló en el colegio de verano en el Louis D. Brandeis High School, una escuela pública localizada en la Calle 84, y comenzo haciendo las clases obligatorias de arte que el había evitado anteriormente durante su carrera de bachillerato.

Para el otoño, Stallman estaba de nuevo dentro de la población de estudiantes de bachillerato de la ciudad de Nueva York que seguía la corriente. No era fácil sentarse en clases que parecían remediales en comparación con sus estudios de los sábados en Columbia, pero Lippman recuerda orgullosamente la habilidad de su hijo para conservar las reglas.

"El fue forzado, hasta un cierto punto a hacer reverencias, pero el lo logró," Lippman dice. "Yo fui llamada una sola vez, lo cual resultaba casi un milagro. Era el profesor de cálculo quejándose de que Richard siempre acusaba al profesor de usar una falsa prueba. Yo le dije, `Bien, esta él en lo correcto?' El profesor dijo, `Si, pero yo no puedo decírselo a la clase. Ellos no lo entenderían.'"

Para finales de su primer semestre en Brandeis, las cosas estaban quedando en su lugar. Un 96 en Inglés suprimió gran parte del estigma de los 60 obtenidos 2 años antes. En gran medida, Stallman se escudó con altísimas notas en Historia de los Estados Unidos, Cálculo Avanzado, y Microbiología. El remate fue un perfecto 100 en Física. Aunque todavía siendo un marginado social, Stallman finalizó sus 11 meses en Brandeis como el cuarto mejor estudiante de una clase de 789.

Afuera del aula de clase, Stallman llevó a cabo sus estudioa con una aún mayor diligencia, afanándose entre semana, para cumplir con sus tareas como asistente de laboratorio en la Universidad Rockfeller y evadiendo a los manifestantes contra la Guerra del Vietnam cuando iba camino a la escuela en Columbia. Fue allí, mientras el resto de los estudiantes del Programa de Honores en Ciencias se sentaban a hablar acerca de sus escogencias en la universidad, que Stallman finalmente tomó un momento para participar en la sesión preuniversitaria.

Breidbart recuerda, "Muchos de los estudiantes iban a Harvard o a MIT, naturalmente, pero también había algunos pocos que iban a otras universidades de la Liga Ivy. En la medida que la conversación se movía a través del cuarto, se hacia aparente que Richard no había dicho nada todavía. No sé quien fue pero alguien tuvo el valor de preguntarle acerca de lo que tenía planeado hacer."

Treinta años después, Breidbart recuerda el momento claramente. Tan pronto como Stallman soltó la noticia de que él también iba a asistir a la Universidad de Harvard ese otoño, un extraño silencio llenó el salón. Casi como en una mueca las esquinas de la boca de Stallman se levantaron haciendo una sonrisa de satisfacción personal.

Breidbart dice, "Era la forma silenciosa de de decir, `Es correcto. ustedes todavía no se han desembarazado de mi.'"

Notas

[1]

Michael Gross, "Richard Stallman: High School Misfit, Symbol of Free Software, MacArthur-certified Genius" (1999). This interview is one of the most candid Stallman interviews on the record. I recommend it highly. http://www.mgross.com/interviews/stallman1.html

[2]

Michael Gross, "Richard Stallman: High School Misfit, Symbol of Free Software, MacArthur-certified Genius" (1999). This interview is one of the most candid Stallman interviews on the record. I recommend it highly. http://www.mgross.com/interviews/stallman1.html

[3]

See Judy Steed, [Toronto Star], BUSINESS, (October 9, 2000): C03. His vision of free software and social cooperation stands in stark contrast to the isolated nature of his private life. A Glenn Gould-like eccentric, the Canadian pianist was similarly brilliant, articulate, and lonely. Stallman considers himself afflicted, to some degree, by autism: a condition that, he says, makes it difficult for him to interact with people.

[4]

See Steve Silberman, "The Geek Syndrome," [Wired] (December, 2001). http://www.wired.com/wired/archive/9.12/aspergers_pr.html

[5]

Regrettably, I did not get a chance to interview Daniel Stallman for this book. During the early research for this book, Stallman informed me that his father suffered from Alzheimer's. When I resumed research in late 2001, I learned, sadly, that Daniel Stallman had died earlier in the year.

[6]

Stallman, an atheist, would probably quibble with this description. Suffice it to say, it was something Stallman welcomed. See previous note 1: "As soon as I heard about computers, I wanted to see one and play with one."